jueves, junio 28, 2012

06/06/2012


Ojalá el amor tuviera fecha de caducidad, así uno sabría exactamente cuando es bueno dejar de pensar en
alguien o empezar a ponerle atención a alguien más. En este tiempo donde todo tiene vencimiento, expiración o fecha preferente de consumo, lo ideal sería saber con precisión cuando se va a acabar algo como el amor.Un solitario podría saber que una pareja está por separarse cuando ella comience a sentir el beso agrio de su novio y se de cuenta de que ese amor, ya no es lo que era antes. Tendría una entrada con un beso fresco, que aún no es amor, peor que podría estar en proceso cuando entrambos, comenzaran a cultivarlo. Así entonces, desde el Limerence, el Mamihlapinatapai, el Koi No Yokan, el Forelsket, el Yuanfen, el enamoramiento, el amor y finalmente el desamor, habría pasado el tiempo suficiente como para que aquel solitario perdiera el calificativo y entrara de lleno en aquella estadística del inolvidable.Pero por desgracia los amores no tienen fecha de caducidad y con los celos amargos de ellos, la pareja se mantiene indefinidamente y cae por cuenta propia.No hay terceros cuando el amor es fuerte porque el amor se convierte en un límite para los intrusos, los oportunistas y los que actúan con otra fe.Las parejas permanecen porque lo que se establece es lo que siempre ha sido y será a opinión de mentes cerradas y espíritus cautivos, por el temor a lo que pueda suceder. Por eso el solitario aguarda aquel día en el que el amor tenga fecha de caducidad o no sea más una barrera, sino un llamado a la inclusión, una puerta abierta a la posibilidad, a la transformación.Todo comienza y termina por ella.

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